lunes, 18 de agosto de 2014

¿Cómo llegué acá?

 Arlette

Yo soy sureña y mi vida social y educativa la desarrollé por esos lados. De mi experiencia como estudiante y pre - docente, en Concepción y alrededores guardo gratos y significativos recuerdos.
Estudié en una universidad que nos planteó la educación como transformación y en el penúltimo año trabajamos a Freire quien encausó mis objetivos como docente.

Luego de mi paso penquista volví a mi natal región de Los Ríos, así mi primera experiencia laboral remunerada fue en el Valle del Pilmaiquen (Río Bueno), en una escuela unidocente “particular rural”, en donde uno es algo así como el Sr. Corales, profesora, inspectora, auxiliar, directora, enfermera,  todo lo que fuera necesario para hacer funcionar la escuela. Trabajé con diez estudiantes de 1º a 6º básico y dos “oyentes” de kínder, una experiencia maravillosa pero llena de desdicha de lo que hoy denominan “el lucro de la educación”, una escuela sin recursos por la avaricia de los sostenedores. No te entregaban materiales básico como tijeras, pegamento o cartulinas para trabajar, una salamandra sin tiraje para calentar toda una gran sala de clases, sin astillas y con leña húmeda, en donde cada educando se disputaba con la escuela particular más cercana por un quintal de harina para la familia o el furgón escolar más nuevo, pero de preocuparse por la calidad educativa POCO, los estudiantes eran un número más para la subvención. Mis alumnos eran unos salvajes saltadores de cercas, recolectores de pinatras, manzanas y flores, ávidos en la técnica de pasar el barro, como quien en la ciudad chapotea bajo la lluvia. “Nivelar y transformar” fue la consigna, pero al parecer a mis jefes no les gustó, en diciembre la carta de despido llegó.

Buscando y buscando llegué a una gran corporación “cultural y educacional” subvencionada en Rahue Alto (Osorno), grupos de 40 a 45 estudiantes, dos cursos por nivel y toda la maquinaria educativa encima, porcentajes de logro, SIMCE, pruebas coorporativas y la lucha por ser siempre los mejores sin importar el costo. Las lucas buenas pero el látigo GIGANTE. En este lugar logré reconciliar resultados más transformación, me empoderé de la expresión “muchos pocos hacen un mucho” y seguí adelante en la maquina. El segundo año creí, con la convicción de trabajadora, que ese látigo debía regularse y comenzó la lucha por conformar un Sindicato, batalla casi más difícil que educar, llegado diciembre todos los que apoyamos la conformación y no teníamos contrato indefinido fuimos desvinculados.

Cesante por sindicalizar a colegas de una gran corporación mi castigo fue tres meses sin pega, gracias a algunas redes llegué a mi gran objetivo, el sistema público, aunque era un reemplazo yo estaba feliz… lenguaje, ciencias, taller de apoyo SIMCE, taller de animación lectora, lo que venía se hacía. Un gran grupo humano pero con grandes resistencias de los profes históricos, colegas con más de treinta años en el sistema y a punto de jubilar. En noviembre todo se acabó, nuevamente cesante con mi pareja decidimos emigrar y buscar nuevos horizontes donde sea y en lo que fuera.

 Primera parada Los Andes, vendiendo zapatos en una tienda china y luego de asistente de la educación en un colegio particular pagado con media jornada, sólo alcancé a trabajar un mes ya que a fines de marzo recibí mi cheque por la mitad del sueldo mínimo, en ese momento sentimientos de indignación y frustración me hicieron decidir no trabajar más en educación. Gracias a una amiga de un amigo comencé a trabajar de administrativo (algo así como una secretaria con labores específicas) en una empresa que realizaba mejoramiento de viviendas sociales en distintas comunas de Santiago, aprendí muchas cosas como por ejemplo a moverme a través del Transantiago, a estar en una oficina sentada trabajando 8 horas frente a un computador, a trabajar con dirigentes vecinales y también a engrosarle la billetera al representante legal de la empresa, porque yo realizaba los estados de pago. Si bien es cierto que a fin de mes el dinero de mi sueldo era similar al que recibía en Puyehue, que terminado mi horario llegaba a casa  sin pruebas que realizar/revisar y donde podía hacer lo que quisiera los fines de semana, dentro de mi paradigma de vida no transformaba nada, solo realizábamos ayudas sociales condicionadas al dinero que el gobierno de turno quería entregar en este sector de la población. Lo que gatilló la salida de este lugar fueron dos motivos, primero la vocación docente que se me salía en cualquier momento, más aún cuando habían niños a mi alrededor y la reflexión de que trabajar exclusivamente con adultos es mucho más difícil que tener 42 estudiantes de un colegio vulnerable.

Luego de este año de pausa decidí que era tiempo de volver a la educación: fueron más de 100 curriculums enviados, cuatro entrevistas y dos clases de prueba. Luego de eso me llamaron para un reemplazo en Lo Espejo, feliz acepté el desafío, primera vez que trabajaba en un colegio particular subvencionado confesional gratuito,  en una comuna desconocida para mí. Arribé a este lugar sin conocer nada sobre él, menos de la historia de la población Las Turbinas, al paso de un mes en el colegio me di cuenta donde estaba parada, había llegado al Santiago gris y enrejado: patrullas, allanamientos, pistolas, cárcel, violencia, muerte, despojo, abandono, esfuerzo, compañerismo, alegría, comprensión, dedicación y agradecimientos recogí de apoderados, estudiantes y un grupo selecto de colegas, de los demás y su discurso pechoño aprendí lo suficiente como para cambiarme.

Ahora trabajo en un colegio particular pagado en Providencia en donde su bandera, algo hippie y roja de clase media super emergente, es transformar la sociedad a través de una educación para la paz, con pensamiento crítico y una pobreza de recursos dentro de la sala de clases que asusta. La maquinaria educativa no está instalada, lo cual se agradece porque permite enfocarse en otros aspectos del ámbito educativo, habilidades transversales, diversidad, interculturalidad y el estudiante en el aula no como un resultado de una prueba estandarizada. El ambiente laboral marcado por historias de vida pre y post dictadura. Solidaridad, diversidad y colaboración he encontrado en cada uno de mis compañeros de trabajo.

Al leer acerca de este camino recorrido me queda por conclusión que las problemáticas de las familias que acceden al sistema educativo trascienden a su nivel socioeconómico y territorio, algunos buscan que sus hijos/as salgan adelante con una mejor educación y otros buscan una guardería en donde dejarlos, que les entreguen modales, contenidos y los contengan emocionalmente.

De los sostenedores, jefes, corporaciones, representantes o como se les denominen solo buscan el mejor resultado al menor costo y un compromiso con la institución de un 110%. Escondiéndose entre el código del trabajo y el estatuto docente, realizando malas prácticas laborales, gestión deficiente, pagos de sueldo fuera de plazo y minimizando tus derechos laborales con la manoseada “vocación” y aprovechándose de un gremio enajenado de su rol como trabajador.

 Es así como en esta idas y vueltas por el territorio, facebook ha sido un nexo con el sur y además con gente muy divertida y exótica de todos lados. Una de esas personas divertidas y exóticas publicó en su muro un atractivo afiche que de comentario decía “para no seguir dando la lata en los carretes tome este taller”, yo sorprendida y aludida lo abrí inmediatamente, me sentí llamada a asistir y luego de planificar mi ocupada vida de docente, estudiante de postítulo en Historia, mujer, amante, dueña de casa, hija, tía, sobrina y provinciana en la capital, el llamado a asistir se alejó precipitadamente, hasta que a mi memoria se vino una imagen del verano: yo haciendo un trabajo para el pos título, temerosa le presenté mi texto a una amiga oriunda de Constitución, que es licenciada y profesora de historia, para que me diera su opinión. Al cabo de diez minutos me dice: “a ver está bueno PERO hay un problema de forma y no de fondo”, silencio incómodo y me explica: “escribes, como se dice popularmente, dos cucharadas y a la papa, y en Historia eso no está bien”, cuan provinciana en el mundo de la Historia había sucumbido a la desdicha de una mala evaluación. Entenderán que luego de este recuerdo significativamente aterrador, volví al afiche, copie el correo, me arme de valor y aquí estoy.


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