Esta es otra forma de producir conocimiento sobre la escuela: es colectiva, reflexiva, emotiva, abierta y producida desde la horizontalidad. Esto nos pasa en la mente, el corazón y el cuerpo cuando somos profesoras. BF
¿Cómo llegué aquí?
Recibí una invitación de una amiga que
trabaja en la USACH vía correo, ella
está especialmente interesada en que pueda ocupar mi tiempo en actividades que
me reconforten, pero a su vez conoce mi interés por la pedagogía, así es que el aviso del taller calzaba como
anillo al dedo.
Mi interés particular tiene relación
directa con la posibilidad de reflexionar sobre mi práctica pedagógica,
instancias para ello son muy difíciles de tener al interior de la escuela,
siempre falta tiempo.
Al pensar en la pregunta, mi reflexión
también tienen que ver con el hecho que a mis 51 años mi primera prioridad ha sido mantenerme en el aula, es decir, lo
que pretendo es continuar en ese espacio y poder contribuir a orientar y
traspasar mi experiencia a los nuevos
profesores que se van integrando. En mi escuela llevo 20 años trabajando y siempre me ha motivado
hacerlo, nunca he pasado por períodos de desmotivación, eso me hace pensar que
la pedagogía realmente es parte importante de mi vida.
Quedarme en el aula ha sido optar por la
vida que emerge de ese espacio, por las relaciones humanas, profundas
y recíprocas que se crean a partir de vivencias puntuales, éstas han
enriquecido mi existencia, me han nutrido. En el aula uno no está solo para entregar también recibe la experiencia,
los conocimientos y las emociones de los niños, esto es lo que hace del ser
profesor un profesional con una tremenda ventaja: podemos mantener nuestra
calidad de seres humanos.
La calidad de ser humano - aunque parezca raro- debemos reforzarla, ayudar a construirla o a veces reconstruirla.
En el aula siempre tenemos la
posibilidad de entrar en esta dinámica,
en mi escuela es particularmente posible porque generalmente tomamos los cursos por dos y hasta seis años
seguidos, esto nos permite recorrer con un niño
un período de muchos cambios, pero por sobre todo podemos detectar sus
problemas, sus quiebres emocionales, cuan dañado están por problemas familiares
u otros.
El
año pasado me tocó licenciar un cuarto
medio, el cuarto medio D, un curso que se armó en el 2013 con algunos alumnos venidos de otras escuelas y de otros cursos, o sea era un nuevo curso, esto
generalmente no ocurre fue una excepción y me correspondió a mí asumir como profesora jefe.
Al comienzo del 2012 fue difícil, las
tomas del 2011 habían dejado huellas, mi curso de alguna manera estaba marcado
por esa realidad, se juntaron chiquillos con experiencias de vida distintas y fuertes.
Estaban muy separados, las divisiones eran : los nuevos , los antiguos, los heterosexuales,
los homosexuales , los homofóbicos, los que aceptan la diversidad, los
tranquilos, los exaltados, los que fumaban marihuana, los que no lo hacían, las
mujeres, los hombres, los de la Chile,
los del Colo, los que estudiaban, los que no lo hacían, los hombres, las
mujeres… claramente, mucha diversidad.
En mi curso había un chiquillo especialmente dañado, era muy violento y
disruptivo, con él nada funcionó, incluso luego de una pelea, tuve que acompañarlo a la comisaria cuando
carabineros lo vino a buscar, su daño
era tal que tenía dificultades hasta
para escuchar, sus padres estaban separados, tenía mala relación con padrastro y madrastra, su abuelo – que vivía con él- ea alcohólico,
consumía drogas, su pasión por el
basquetbol lo transformó en un líder de pandilla y el deporte en este caso no
contribuyó a mejorar su calidad de vida. Con él no bastó la empatía, la
preocupación, la dedicación, simplemente
eran otros códigos, creo que esto fue lo que más me
sorprendió, él tenía otro lenguaje, a pesar de todas mis intentos no me escuchó, no me miró, no lo pude contener,
tuvo tantos problemas que le cancelaron la matrícula y debió irse. Me dolió
mucho, no solo por no haber logrado llegar a él, sino por no haber tenido las
herramientas para hacerlo, sentí que lo perdía, que se perdía. Sabemos de esta realidad, conocemos sus
causas, identificamos los factores que
inciden en estas conductas, pero ¿las podemos cambiar? ¿Fue solo un alumno
más? ¿Podemos dar vuelta la página ? Él es solo un caso, he visto cómo con el paso
de los años el consumo de drogas sumado a la poca y mala educación poco pueden
hacer para revertir esta realidad. Me
dolió, me duele. Lo abracé todo lo que pude pero no respondió.
Esta experiencia la viví en paralelo
con mi jornada nocturna, allí no solo
había un caso como el que acabo de relatar, habían muchos, la mitad de esos alumnos de la nocturna
llegaba drogados, allí desarrollar
habilidades es casi imposible, no hay
ninguna posibilidad de hacer un buen trabajo cuando a nadie le importa. Conocí
muchos casos, mucho dolor, mucha enajenación.
Puedo asegurar que a nadie le
importa, ni al Ministerio, ni al sostenedor,
en el caso de los profesores llegan a un punto que parecen anestesiados,
creo que es la única forma de sobrevivir.
Yo me fui antes.
Cuando se inició el 2014, en mi curso éramos menos,
las divisiones permanecían pero los conflictos se habían concentrado en la discriminación evidente a los dos
alumnos homosexuales, había un grupo de varones que los molestaban
constantemente, la división se evidenciaba hasta en la ubicación en la sala,
afortunadamente las niñas los
protegían. Mi política fue que cada vez
que había un conflicto nos sentábamos en círculo para resolver los problemas en forma directa,
enfrentando las distintas posiciones, debían dar respuesta y hacerse cargo de
cada uno de sus actos y de sus opiniones. La honestidad, al aflorar, permite mirarse a la cara. La práctica de esta forma de resolver los
problemas empezó a generar la empatía suficiente como para ponerse en el lugar del otro, ese
proceso fue genial, porque siempre
avanzábamos hasta que finalmente nos convertimos en un grupo humano
infranqueable.
El último día de clases ellos habían preparado un Power Point con
todas las actividades que habíamos experimentado, cada uno me escribió y se despidió,
para qué les cuento todo lo que lloré. Yo les regalé una canción “Una furtiva lágrima
de Gaetano Donizetti”, luego me pidieron que nos pusiéramos en círculo –como
siempre lo habíamos hecho- y uno de los chiquillos de orientación homosexual pidió leer una carta
que les había escrito dando las gracias
a todos sus compañeros, los nombró uno
por uno, incluyendo a todos los que lo habían discriminado, el más duro entre
aquellos lloraba tanto que sollozaba y
les dijo a él y a todos sus compañeros que este era el mejor curso, y que los
amaba a todos. Yo no daba más de alegría… el aula no solo nos dignificaba, además nos conmovía y nos permitía sentirnos personas, sin
ninguna distinción, simplemente personas.
El ejercicio docente es la vida
misma, nos involucramos con niños,
jóvenes, familias enteras, con la realidad de la población, del país, desentrañamos
nuestra historia, nuestra identidad,
muchas veces siento la impotencia de no poder hacer nada más que
humanizar , contribuir a desarrollar mínimas herramientas de sobrevivencia, de
comprensión, de autodidactismo, pero por sobre todo dar amor, mucho amor, estoy
convencida que esta es la mejor arma, dignificar a un niño me dignifica a mí ,
esa reciprocidad me mantiene en el
aula.
Los 28 años de ejercicio profesional se dan en un período de la
Historia de Chile donde todo se prometía y poco se cumplió, más bien he sido
testigo de cómo nuestros niños fueron perdiendo la posibilidad de mejorar su calidad
de educación: la municipalización, la privatización, la libertad de enseñanza
que escondió la libertad de que cualquier institución y cualquier persona
pudiese acceder al aula, nos llenamos de
profesores con una evidente falta de profesionalismo y mala formación, sostenedores que lo que
menos les importaba era la educación de los niños, eran solo números. Los
esfuerzos que se están haciendo tampoco me convencen, los discursos no tienen
nada que ver con la realidad. Estandarización, burocratización, inequidad,
segregación, competencia, son conceptos
que están en la raíz de nuestra actual educación. Esta realidad también son argumentos que me dejaron en el
aula, allí he estado a salvo.
Lo de contribuir a orientar a profesores
viene de la responsabilidad de estar a cargo del Departamento de Historia de la
escuela, trabajamos cinco profesoras y lo hacemos en equipo, además recibo
alumnos practicantes de la USACH, que no es otra cosa que un traspaso de
experiencia. Ha sido muy gratificante poder guiar en una práctica profesional a
jóvenes, nos hemos enriquecido mutuamente.
Los practicantes se transforman en una posibilidad real y concreta de
poder tener conversaciones respecto a lo que es de mi interés, es la
posibilidad real de conectarme con la universidad, con lo nuevo, es el bálsamo
dentro de un medio hostil a la reflexión. En general la experiencia es muy
positiva, salvo cuando llegan practicantes de universidades que no son muy sólidas
en lo académico. He escuchado y
leído muchas veces respecto a la
necesidad de mejorar la formación
inicial docente, el proyecto que
se discute promete dinero al que salga
mejor evaluado ¿ese es el camino?
Si tuviéramos los profesores la posibilidad
real de analizar lo que sucede en la
educación desde nuestras propias experiencias,
tal vez podríamos contribuir efectivamente a sensibilizar al resto de la sociedad sobre lo importante y
trascendente de formar buenas personas, buenos ciudadanos, esto no tiene nada que ver con la competencia, no tienen
nada que ver con la burocracia, no tienen
nada que ver con los tecnicismos. Debemos reflexionar en el origen, en
el para qué, preguntarnos si realmente
nos importan las futuras generaciones, si nos importa nuestro país, su
desarrollo, su destino.
Espero que participar en el taller me permita mantener el aliento en lo que me
queda de profesora.
Beatriz.
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