miércoles, 6 de agosto de 2014

¡Acá están los textos del TNP!

Inauguramos la publicación de los textos del TNP con este, escrito por Beatriz, profesora de Historia en el nivel secundario, en Santiago de Chile. Lo que podrán leer es el fruto de varias sesiones de escritura, diálogo colectivo y reflexión entre las docentes. Llamamos a este texto "Versión 3" porque es el producto de tres reescrituras de un mismo escrito, iniciado en la sesión 1. Si bien Beatriz y cada una de las maestras es "autora", la voz de todas está presente  pues los textos se re-escriben en función de los comentarios que se dieron en el grupo. La consigna entregada fue "¿Cómo llegué aquí?" ante lo cual las talleristas se presentaron de manera libre y trazaron en la escritura un recorrido de su quehacer docente y vital, porque docencia y vida, nos guste o no, van juntos y muy revuleltos.

 Esta es otra forma de producir conocimiento sobre la escuela: es colectiva, reflexiva, emotiva, abierta y producida desde la horizontalidad. Esto nos pasa en la mente, el corazón y el cuerpo cuando somos profesoras. BF 



¿Cómo llegué aquí?
    Recibí una invitación de una amiga que trabaja en la USACH  vía correo, ella está especialmente interesada en que pueda ocupar mi tiempo en actividades que me reconforten, pero a su vez conoce mi interés por la pedagogía,  así es que el aviso del taller calzaba como anillo al dedo.
     Mi interés particular tiene relación directa con la posibilidad de reflexionar sobre mi práctica pedagógica, instancias para ello son muy difíciles de tener al interior de la escuela, siempre falta tiempo.
     Al pensar en la pregunta, mi reflexión también tienen que ver con el hecho que a mis 51 años mi primera prioridad  ha sido mantenerme en el aula, es decir, lo que pretendo es continuar en ese espacio y poder contribuir a orientar y traspasar mi experiencia a los nuevos  profesores que se van integrando. En mi escuela llevo  20 años trabajando y siempre me ha motivado hacerlo, nunca he pasado por períodos de desmotivación, eso me hace pensar que la pedagogía realmente es parte importante de mi vida.
     Quedarme en el aula ha sido optar por la vida que emerge de ese espacio, por las relaciones humanas,  profundas  y recíprocas que se crean a partir de vivencias puntuales, éstas han enriquecido mi existencia, me han nutrido.  En el aula uno no está  solo  para entregar también recibe la experiencia, los conocimientos y las emociones de los niños, esto es lo que hace del ser profesor un profesional con una tremenda ventaja: podemos mantener nuestra calidad de seres humanos.  
     La calidad de ser humano  - aunque parezca raro-  debemos reforzarla,  ayudar a construirla o a veces reconstruirla. En el aula siempre  tenemos la posibilidad de entrar en esta dinámica,  en mi escuela es particularmente posible porque generalmente  tomamos los cursos por dos y hasta seis años seguidos, esto nos permite recorrer con un niño  un período de muchos cambios, pero por sobre todo podemos detectar sus problemas, sus quiebres emocionales, cuan dañado están por problemas familiares u otros.
      El año pasado me tocó licenciar  un cuarto medio, el cuarto medio D, un curso que se armó en el 2013 con  algunos alumnos venidos de otras escuelas y   de  otros   cursos, o sea era un nuevo curso, esto generalmente no ocurre fue una excepción y me correspondió  a mí asumir como profesora jefe.
      Al comienzo del 2012 fue difícil, las tomas del 2011 habían dejado huellas, mi curso de alguna manera estaba marcado por esa realidad, se juntaron chiquillos con experiencias de vida distintas y  fuertes.  Estaban muy separados, las divisiones eran :  los nuevos , los antiguos, los heterosexuales, los homosexuales , los homofóbicos, los que aceptan la diversidad, los tranquilos, los exaltados, los que fumaban marihuana, los que no lo hacían, las mujeres, los hombres,  los de la Chile, los del Colo, los que estudiaban, los que no lo hacían, los hombres, las mujeres… claramente,  mucha diversidad.                   
           En mi curso había un chiquillo  especialmente dañado, era muy violento y disruptivo, con él nada funcionó, incluso luego de una pelea,  tuve que acompañarlo a la comisaria cuando carabineros lo vino a buscar,   su daño era tal que tenía dificultades  hasta para escuchar, sus   padres estaban separados, tenía  mala relación con padrastro y  madrastra, su abuelo – que vivía con él- ea alcohólico, consumía  drogas, su pasión por el basquetbol lo transformó en un líder de pandilla y el deporte en este caso no contribuyó a mejorar su calidad de vida. Con él no bastó la empatía, la preocupación,  la dedicación, simplemente  eran  otros códigos, creo que esto fue lo que más me sorprendió, él tenía otro lenguaje, a pesar de todas mis intentos  no me escuchó, no me miró, no lo pude contener, tuvo tantos problemas que le cancelaron la matrícula y debió irse. Me dolió mucho,  no solo  por no haber logrado  llegar a él, sino por no haber tenido las herramientas para hacerlo, sentí que lo perdía, que se perdía.  Sabemos de esta realidad, conocemos sus causas,  identificamos los factores que inciden en estas conductas, pero ¿las podemos cambiar? ¿Fue solo un alumno más?  ¿Podemos dar vuelta la página ?  Él es solo un caso, he visto cómo con el paso de los años el consumo de drogas sumado a la poca y mala educación poco pueden hacer para revertir esta realidad.  Me dolió, me duele.     Lo abracé todo lo que pude pero no  respondió.
    Esta experiencia la viví en paralelo con  mi jornada nocturna, allí no solo había un caso como el que acabo de relatar, habían muchos,  la mitad de esos alumnos de la nocturna llegaba drogados,  allí desarrollar habilidades es casi imposible,  no hay ninguna posibilidad de hacer un buen trabajo cuando a nadie le importa. Conocí muchos casos, mucho dolor, mucha enajenación.  Puedo asegurar  que a nadie le importa, ni al Ministerio, ni al sostenedor,  en el caso de los profesores llegan a un punto que parecen anestesiados,  creo que es la única forma de sobrevivir. Yo me fui antes.
      Cuando se inició el 2014, en mi curso  éramos menos,  las divisiones  permanecían  pero los conflictos se habían concentrado  en la discriminación evidente a los dos alumnos homosexuales, había un grupo de varones que los molestaban constantemente, la división se evidenciaba hasta en la ubicación en la sala, afortunadamente  las niñas los protegían.  Mi política fue que cada vez que había un  conflicto nos  sentábamos en círculo para  resolver los problemas en forma directa, enfrentando las distintas posiciones, debían dar respuesta y hacerse cargo de cada uno de sus actos y de sus opiniones.  La honestidad, al aflorar,  permite mirarse a la cara.  La práctica de esta forma de resolver los problemas  empezó a generar  la empatía suficiente  como para ponerse en el lugar del otro, ese proceso fue genial,  porque siempre avanzábamos hasta que finalmente nos convertimos en un grupo humano infranqueable.
     El  último día de clases  ellos habían preparado un Power Point con todas las actividades que habíamos experimentado, cada uno me escribió y se despidió, para qué les cuento todo lo que lloré. Yo les regalé una canción “Una furtiva lágrima de Gaetano Donizetti”, luego me pidieron que nos pusiéramos en círculo –como siempre lo habíamos hecho- y uno de los chiquillos  de orientación homosexual pidió leer una carta que les había escrito  dando las gracias a todos sus compañeros,  los nombró uno por uno, incluyendo a todos los que lo habían discriminado, el más duro entre aquellos  lloraba tanto que sollozaba y les dijo a él y a todos sus compañeros que este era el mejor curso, y que los amaba a todos. Yo no daba más de alegría… el aula no solo nos dignificaba,  además nos conmovía  y nos permitía sentirnos personas, sin ninguna distinción, simplemente personas.
      El ejercicio docente es la vida misma,  nos involucramos con niños, jóvenes, familias enteras, con la realidad de la población, del país, desentrañamos nuestra historia, nuestra identidad,  muchas veces siento la impotencia de no poder hacer nada más que humanizar , contribuir a desarrollar mínimas herramientas de sobrevivencia, de comprensión, de autodidactismo, pero por sobre todo dar amor, mucho amor, estoy convencida que esta es la mejor arma, dignificar a un niño me dignifica a mí , esa reciprocidad  me mantiene en el aula.     
                 Los 28 años de ejercicio  profesional se dan en un período de la Historia de Chile donde todo se prometía y poco se cumplió, más bien he sido testigo de cómo nuestros niños fueron perdiendo la posibilidad de mejorar su calidad de educación: la municipalización, la privatización, la libertad de enseñanza que escondió la libertad de que cualquier institución y cualquier persona pudiese acceder al aula, nos llenamos de  profesores con una evidente falta de profesionalismo  y mala formación, sostenedores que lo que menos les importaba era la educación de los niños, eran solo números. Los esfuerzos que se están haciendo tampoco me convencen, los discursos no tienen nada que ver con la realidad. Estandarización, burocratización, inequidad, segregación,  competencia, son conceptos que están en la raíz de nuestra actual educación. Esta realidad  también son argumentos que me dejaron en el aula, allí he estado a salvo.
     Lo de contribuir a orientar a profesores viene de la responsabilidad de estar a cargo del Departamento de Historia de la escuela, trabajamos cinco profesoras y lo hacemos en equipo, además recibo alumnos practicantes de la USACH, que no es otra cosa que un traspaso de experiencia. Ha sido muy gratificante poder guiar en una práctica profesional a jóvenes, nos hemos enriquecido mutuamente.  Los practicantes se transforman en una posibilidad real y concreta de poder tener conversaciones respecto a lo que es de mi interés, es la posibilidad real de conectarme con la universidad, con lo nuevo, es el bálsamo dentro de un medio hostil a la reflexión. En general la experiencia es muy positiva, salvo cuando llegan practicantes de universidades que no son muy sólidas en lo académico. He escuchado  y leído  muchas veces respecto a la necesidad de mejorar la formación  inicial docente, el proyecto  que se discute  promete dinero al que salga mejor evaluado ¿ese es el camino?
     Si tuviéramos los profesores la posibilidad real  de analizar lo que sucede en la educación desde nuestras propias experiencias,  tal vez podríamos contribuir efectivamente a sensibilizar  al resto de la sociedad sobre lo importante y trascendente de formar buenas personas, buenos ciudadanos, esto no tiene  nada que ver con la competencia, no tienen nada que ver con la burocracia, no tienen  nada que ver con los tecnicismos. Debemos reflexionar en el origen, en el para qué,  preguntarnos si realmente nos importan las futuras generaciones, si nos importa nuestro país, su desarrollo, su destino.
     Espero que participar en el taller  me permita mantener el aliento en lo que me queda de profesora.

Beatriz.


 

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