La sesión pasada alcanzamos a leer solo dos textos. Nos estamos demorando mucho en tomar once, saludarnos y ponernos al día con la semana pasada. Eso es un buen augurio. Beatriz leyó su texto versión 2. Le hicimos muchos comentarios y preguntas y sin querer -o con querer- entramos en su vida personal a través del escrito. Nos dimos cuenta en la escritura que "esto de la docencia" abarca nuestras vidas de mujeres, madres, parejas, separadas, hijas. Nuestra vida completa. Que nada de lo que hacemos no se roza en algún punto con nuestro quehacer pedagógico. Que somos mujeres-profes, no mujeres a secas ni profes a secas.
Además, esta lectura reveló que un texto nunca está terminado y que tampoco buscamos terminarlo. No queremos cerrar sus sentidos, queremos buscar y para eso hay que aventurarse a escribir y reescribir. Por eso en las próximas semanas llegaremos a la versión 3 del primer texto no porque ya no haya nada más que decir sobre él, sino porque necesitamos hacer un cierre arbitrario para empezar a escribir uno nuevo. Seguir cambiando.
La sesión se cerró con un segundo escrito. Esta vez de Helena, educadora tradicional de lengua aymara proveniente de Arica y actualmente educadora de su cultura en un jardín JUNJI. El texto versión 1 de Helena tenía, por exagerar un poco, unas seis líneas. La versión 2 tiene casi una página. Pero eso no es lo más importante. Tanto el primero como este nos dejaron con una sensación de austeridad pero de verdad. No pude evitar recordar a mi abuelo, hombre pampino, que hablaba poco pero lo que decía era para nunca más olvidarse. Helena nos leyó su texto y nos dejó en un silecio desértico. Comenzó definiendo su nombre en lengua Aymara: Talismán. Luego nos contó que enseña lo que ella es, sus comidas, costumbres, bailes. "Enseño lo que soy", dijo. ¿Cuántas veces enseñamos en el aula lo que somos? ¿Cuántas veces enseñamos no lo que somos, sino lo que debemos ser? Helena en su jardín se siente querida, "acosada" de tantos besos. Los niños la retienen en Santiago y a pesar de no ser formalmente profesora, llegamos a la conclusión que sí es formadora, o como se dice en Aymara "yatirichi" (¿lo escribí bien?).
En su texto se nos fue la otra mitad de la sesión. En su texto y en conversar que esta mujer que no estudió es nuestro referente docente. Helena en el taller es, al menos, dos cosas: nuestro talismán, y la prueba viva y morena de que este camino que estamos haciendo por descubrir la docencia a través de la escritura, consiste entre otras cosas, en desaprender, en despojarnos de lo que sabemos para reaprender(nos) en este oficio.Como una de las talleristas dijo "su inocencia pedagógica" nos tiene en la más aguda de las críticas sobre nuestra propia fomación pedagógica nada inocente.
El cronograma se ha desodernado. Yo esperaba leer 4 textos por sesión y estamos leyendo 2. Vamos muy mal con los tiempos. En todo lo demás vamos muy, pero muy bien.
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